martes, 2 de junio de 2009

¿Porqué luchan los pueblos amazónico?

Yurimaguas es un pueblo grande, más de 60,000 habitantes según el último censo. 

De estos, me da la impresión que al menos el 95% son nativos o de ascendencia nativa. 

Aquí cabe aclarar que un nativo selvático no necesariamente encaja en nuestra imagen del andino de talla más pequeña, nariz aguileña y cuello corto. Los indígenas de la selva son descendientes de los arawacos, “indios” que pueden ser desde muy blancos hasta muy oscuros, y lucen tan igual como cualquier mestizo peruano, de faz trigueña. 

Lo normal es que sea un individuo de constitución atlética, muy fuerte, y que su comportamiento sea muy suelto, en contraposición con la reserva común en los andinos.

En el Perú hay al menos 62 etnias amazónicas, muchas más que las etnias serranas. Estas etnias se pueden considerar nacionalidades, desde que cuentan con un idioma propio y costumbres, ritos y creencias propias, además de contar con la conciencia de nación claramente establecida.

En la selva no existen límites visibles entre los terrenos que ocupan las diversas nacionalidades nativas, que se ubican exclusivamente sobre la orilla de los ríos. 

El concepto de territorialidad es notorio dentro de las áreas urbanas, obviamente, pero no existe en el campo, donde el uso  y la costumbre han definido desde tiempos inmemoriales los espacios de influencia de cada etnia.

El nativo vive en paz con la naturaleza, extrae de la selva lo que necesita y no depreda la fauna o flora inútilmente o por diversión. La autoridad o jefatura local llamada “Apu” no se hereda ni se consigue en función de la influencia política o económica, ni por características físicas o materiales. 

El Apu es elegido en función de su capacidad de comprensión y conciliación, por su paciencia y trayectoria, en otras palabras: por su sabiduría. Si en el desempeño de sus funciones el Apu muestra signos de no estar a la altura de la responsabilidad encomendada, existen mecanismos para su reemplazo sin violencia. 

La economía de estos grupos étnicos se basa en la caza, pesca y recolección, con una agricultura incipiente. Su concepto de la vida, el progreso y la felicidad difieren en muchos aspectos de la que nos enseña nuestra civilización occidentalizada. Los domingos en todas las poblaciones donde hay autoridades políticas o militares enviadas, nombradas o reconocidas por Lima, se lleva a cabo la ceremonia de izamiento de la bandera nacional, como reafirmación de la presencia del Estado peruano en cada localidad.

El problema actual:

Nuestros presidentes en general no se habían metido con la selva. Toledo dio una “ley de la selva” que permitía “denunciar” lotes de terreno para la explotación forestal, estableciendo ciertas pautas para la conservación de la selva. Se propuso vender a 300 soles la hectárea, con la obligación de comprar una determinada cantidad mínima de tierra. Tomemos en cuenta que un solo árbol de caoba o de cedro puede valer tanto como 15,000 soles, el negocio no tiene pérdida, se regala la selva. Como ningún gobierno peruano ha tenido una remota idea de la vida y existencia de nativos amazónicos, y si la tuviera tampoco le hubiera importado en absoluto, los legisladores no tomaron en cuenta a los nativos para nada. 

Así, es posible comprar un terreno habitado por kokamas, kokamillas, aguarunas, huitotos, mashiguengas, jíbaros, shuaros, pebas, boras, shipibos, ashaninkas, shandoshis, challawitas, shawis, por nombrar algunas de las 62 etnias amazónicas. 
Lo más probable es que los que hicieron la ley no sean capaces de conocer los nombres de más de 3 ó 4 de las etnias que llenan nuestra selva. 
La ley propone titular una cierta área para las comunidades nativas, haciendo ver que esto alegrará a los nativos, sin entender que tribus como los huitotos, aguarunas y jíbaros se mueven en territorios del tamaño de La Libertad o el departamento de Lima y se extienden hasta el Ecuador.
Me parece que el gobierno peruano no tiene la menor idea de la masa humana que vive en todos los ríos de la selva, no creo que haya habido jamás un intento serio de censarlos, mucho menos de conocer sus necesidades y costumbres. 

Volviendo a la Ley de Toledo, éste no se atrevió a forzar la puesta en plena vigencia de su ley de la selva, dejando el paquete para García, quien aprobó una ley semejante, entregando tierras al grupo Romero y una serie de “inversionistas extranjeros”, que ya empezaron a delimitar áreas en algunas zonas de la selva por donde discurre pacíficamente la vida de muchos seres humanos. 

En el hotel donde me alojo, en Yurimaguas, hay un coreano que dice haber comprado 50,000 hectáreas con la finalidad de sembrar soya

Brasil ha destruido sus selvas para sembrar soya y criar animales, produciendo miles y miles de personas “sin tierras” que en su mayoría no son sino nativos desplazados, por lo que ese país merece el rechazo mundial pues con cada hectárea de selva se van además los pulmones de la Tierra y cualquier cantidad de especies de flora y fauna. 
“De todos los peruanos”

En la frontera con Brasil, en Iñapari, se tiene la mejor muestra de la tragedia que amenaza: hacia el lado de Brasil hay un desierto amarillo, seco y muerto, hacia el lado peruano se mantiene la selva exuberante y llena de vida.

¿Queremos que se destruya la selva para producir un alimento para engordar el ganado? Si nos preocupa la desaparición de especies animales como el otorongo o tigre americano, el yanapuma o pantera americana, la nutria gigante, por nombrar algunas de las miles de especies que van desapareciendo de las selvas brasileñas, entonces hay que preocuparnos más por la posible desaparición y desplazamiento de cientos de miles de seres humanos que viven actualmente en paz con la naturaleza en nuestras selvas, cuidando de nuestros recursos sin hacerle daño a nadie. 

Decir que “la selva es propiedad de todos los peruanos y no de un puñado de nativos” es gritar a viva voz que se desconoce o que no nos interesa la realidad del nativo de la selva y que no nos interesa la conservación de la selva amazónica. 

Es un crimen que felizmente los nativos, con real conocimiento de lo ocurrido en Brasil, no están dispuestos a permitir. Saben que se juegan la vida y no van a esperar que el agua les llegue al cuello para reaccionar. 

Hay 4,000 nativos en pie de lucha en la carretera Yurimaguas-Tarapoto, hay un llamado a la guerra si no derogan las leyes que ha dictado este gobierno aprista. 

Están armados, y no sólo con lanzas y cerbatanas. 

La policía no puede circular pues no lo permiten los nativos. Este gobierno no resistiría un baño de sangre. 

Nunca tuvo el apoyo popular pues siempre fue “el mal menor” ante la amenaza de acceso al poder de parte de Humala, y es tan patético que se enorgullece de serlo. 

No son tontos ni ignorantes

Las leyes contra la selva no pasarán. Los nativos están firmes en su posición y de nada vale que el gobierno les achaque estupideces como que “los nativos están contra el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos” y que se oponen a la explotación petrolífera en la selva. Es posible que grupos políticos traten de medrar de los actuales acontecimientos, pero eso no le quita fuerza a la masa de nativos en pie de guerra, aunque se desvirtúen en parte sus motivos. 
Lo cierto, de paso, es que los pueblos peruanos están hartos de que se extraigan riquezas de sus zonas de influencia y luego no les quede más que pobreza y desolación.

Veamos el caso de Supe, Malabrigo y Paita, por nombrar tres ejemplos de la costa, pueblos por donde pasaron riquezas enormes en pesca y que luego de años de explotación pesquera sólo ha quedado miseria, prostitución y abandono total.

Igual cosa ha ocurrido en la sierra, pongo como ejemplo el pueblo de San Marcos, vecino a Antamina, donde la empresa explotadora ha construido una placita, una escuelita y para de contar, mientras se sacan millones en minerales. 

Eso mismo se vive en la selva, solamente que en forma más exagerada. En Andoas o Trompeteros, por citar dos ejemplos, el explotador tiene prohibido que sus trabajadores o contratistas visiten siquiera el pueblo vecino, donde la pobreza llega a niveles insoportables. O sea que ni te doy ni dejo que te den, es el colmo. 

Eso, amigos, lo ven y lo viven los nativos, que no son ni tontos ni ignorantes ni estúpidos. 

Saben lo que traen las inversiones que promueve el gobierno y saben que de ellas saldrán siempre perdedores. 

Esta vez, sin embargo, el gobierno ha ido demasiado lejos, felizmente no lo van a dejar pasar.

Raúl Wiener

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